Cierta izquierda no quiere que Petroperú sea sostenible. No quiere que la empresa acceda a capitales frescos. Tampoco quiere que tenga una gerencia independiente, técnica y profesional. No quieren un salvataje ni que suba su calificación crediticia.
En suma: no quieren que Petroperú esté saneada y en azul.
Probablemente son los mismos que no quieren que Sedapal sea eficiente y que se reduzca la brecha de agua y saneamiento.
Uno pensaría que la izquierda sería la más interesada en que Petroperú sea solvente. Los socialistas, después de todo, deberían ser los principales promotores para que las empresas públicas no quiebren, pues la empresa estratégica del Estado es la piedra fundacional de la lógica estatista.
Pensándolo bien, ¿quién no querría que una empresa pública funcione? La izquierda suele creer que la derecha defiende la privatización por fines de lucro. Como si al ciudadano peruano promedio le gustase gastar ingentes cantidades de dinero en educación privada, salud privada, transporte privado y hasta seguridad privada. Lo cierto es que no hay peruano que no quisiera una educación pública de calidad, una salud estatal eficiente o un transporte público rápido y masivo. Pero el desastroso ejemplo de los 70 y los 80 no habla muy bien de la eficiencia de nuestras empresas públicas.
Los obtusos, sin embargo, casi siempre enfrentan el problema al revés: regulan y atacan a los privados, en lugar de simplemente mejorar los servicios públicos. Desprecian las universidades caras, insultan a los que van en auto y les hacen apanado a las clínicas privadas (aló, Vizcarra).