Nueva Zelanda ha dado un paso histórico al permitir que la minería submarina y la energía eólica coexistan en el mar de Taranaki, ubicado en la costa sur de la Isla Norte. Esta decisión ha generado tanto sorpresa como preocupación entre los desarrolladores de proyectos eólicos, debido a la falta de un precedente claro que muestre cómo la minería submarina podría impactar la operación de parques eólicos en alta mar. La falta de claridad sobre los efectos de esta convivencia pone de manifiesto los dilemas energéticos y mineros que el país enfrenta.
Una de las empresas afectadas por esta decisión es Parkwind, una firma belga propiedad de la japonesa Jera Co. La compañía está interesada en desarrollar un parque eólico en la región, atraída por las condiciones favorables de viento y la profundidad del agua. Sin embargo, el área también alberga depósitos de arenas de hierro que contienen vanadio, un mineral de alto valor estratégico. Trans Tasman Resources, una minera, está en proceso de obtener las autorizaciones necesarias para extraer estos minerales, lo que podría generar conflictos técnicos y ambientales debido a la falta de información sobre los efectos de la minería submarina en las instalaciones eólicas.
Peter Spencer, gerente de Parkwind en Nueva Zelanda, expresó su preocupación ante un comité parlamentario en Wellington, señalando que la situación no tiene precedentes. «No tenemos ejemplos claros sobre cómo la minería submarina podría afectar a un parque eólico en operación», comentó. La incertidumbre sobre el impacto de estas actividades en las turbinas eólicas y las infraestructuras submarinas complica la toma de decisiones para los inversionistas y pone en duda la viabilidad de ambos proyectos en el mismo espacio.
El gobierno de Nueva Zelanda ha centrado esfuerzos en aumentar la generación de electricidad renovable, particularmente a través de la energía eólica y solar, como parte de su estrategia para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y cumplir con sus compromisos climáticos. Al mismo tiempo, busca revitalizar la industria minera mediante una legislación de vía rápida que facilitaría la extracción submarina en Taranaki. Este enfoque busca equilibrar la transición hacia fuentes de energía renovables con el impulso a un sector minero en crecimiento.
Parkwind, por su parte, ha comenzado a realizar evaluaciones para determinar el impacto potencial de la minería en su proyecto eólico. Spencer explicó que la empresa está trabajando con expertos externos para definir zonas de amortiguamiento que garanticen que el parque eólico pueda operar de manera segura. «Estamos invirtiendo en estos estudios porque necesitamos estar seguros de que los riesgos son manejables», afirmó. Sin embargo, también reconoció que el respaldo político a la minería submarina ha sido una sorpresa para la empresa.
Este conflicto entre minería y energía eólica no solo podría afectar las inversiones extranjeras, sino también tener consecuencias para el entorno marino. La extracción de arenas de hierro puede generar sedimentos que alteren las corrientes marinas, lo que a su vez podría afectar la estructura y el rendimiento de las turbinas eólicas. Con esto en mente, el gobierno neozelandés se enfrenta al desafío de equilibrar los intereses de dos sectores clave para su desarrollo económico y su sostenibilidad energética. La resolución de este dilema podría sentar un precedente global en cuanto a la convivencia entre minería submarina y energías renovables.