Por Jimmy Pflucker Pinillos, empresario minero y accionista principal de Minera Paltarumi
El Perú, con su vasta geografía y rica diversidad, puede ser entendido como un organismo vivo que necesita ser atendido con cuidado y precisión. Cada región tiene su propia dinámica, problemas y oportunidades. Abordar los desafíos mineros del país, es similar a tratar a un paciente en una sala de emergencias: se deben priorizar los problemas más críticos y tratarlos con terapias diferenciadas, según las necesidades de cada parte del cuerpo.
Cada región, como un órgano, requiere atención específica y prioritaria para garantizar la salud integral del todo. La minería, uno de los pilares económicos de nuestra nación, refleja esta complejidad y enfrenta desafíos particulares en cada territorio —Costa, Sierra y Selva— que deben abordarse con soluciones diferenciadas y realistas.
Hoy, el desafío más urgente está en nuestra Amazonía, donde la minería ilegal ha extendido sus raíces como una enfermedad que afecta gravemente al entorno. No solo destruye los ríos y bosques con mercurio y prácticas nocivas, sino que también fomenta la trata de personas y la explotación infantil. Allí, el problema no se limita a lo ambiental; es un flagelo social y económico que desangra al país. El mineral que se extrae ilegalmente no genera desarrollo para el Perú, sino que alimenta economías ilegales y foráneas al salir de contrabando por nuestras fronteras.
En este contexto, nuestra primera prioridad debe ser intervenir en esta región con estrategias integrales. La implementación de tecnologías modernas y sostenibles, como dragas especializadas que no solo extraen el mineral, sino que dan paso a una reforestación intensiva y tecnificada, con especies maderables comerciales y juntos, son un camino para transformar esta actividad destructiva en una oportunidad de desarrollo. Sin embargo, esto requiere una base sólida: educación técnica para las comunidades locales, orientada a crear capacidades que no solo mitiguen el impacto, sino que promuevan un uso responsable y regenerativo del territorio.
Erradicar la minería ilegal en la Amazonía no solo es una cuestión ambiental; es un acto de justicia para las comunidades afectadas y un paso hacia la consolidación de la seguridad nacional.
Diferenciando el Tratamiento
El resto del país tiene sus propios retos. En la Sierra, por ejemplo, donde la minería a menudo se desarrolla cerca de ríos vitales para la agricultura, el tratamiento debe ser diferente. Aquí, la clave está en prevenir los desastres ambientales mediante la construcción de diques seguros y sistemas de manejo de relaves que protejan las fuentes de agua. En la Costa, donde la minería está más alejada de los ríos, el enfoque puede ser otro, pues el impacto ambiental directo es menor, pero la gestión de los recursos sigue siendo crucial para el desarrollo. Una gestión ordenada de las concesiones, promueve el uso eficiente de las tierras y evitaría conflictos con otras actividades económicas.
Estos ejemplos nos muestran, que no se puede tratar a todas las regiones con la misma receta. El Perú debe diseñar soluciones adaptadas a cada contexto, priorizando siempre los intereses nacionales y el bienestar de las comunidades.
Enfrentar las agendas de confrontación
Un tema recurrente que agrava los problemas mineros en el país es el conflicto social promovido por sectores que encuentran en la división y la violencia una herramienta política y económica. Estas agendas, disfrazadas de intentos de formalización o de resistencia a la inversión pequeña y grande, no buscan resolver los problemas de fondo, sino perpetuarlos para capitalizar el descontento.
Resolver los desafíos de la minería en el Perú no solo exige soluciones técnicas y regionales, sino también un cambio profundo en la forma en que enfrentamos los conflictos sociales asociados a nuestra actividad. Durante los últimos años, hemos sido testigos de cómo ciertos sectores han fomentado la desconfianza, el distanciamiento y, en muchos casos, la violencia mediática como herramientas de presión, distorsionando las verdaderas necesidades del país.
Es hora de poner fin a estas dinámicas destructivas. El Perú necesita líderes que promuevan el diálogo honesto y espacios donde las comunidades, las empresas y el Estado trabajen juntos hacia soluciones que beneficien a todos. La minería, lejos de ser un campo de batalla ideológico, debe ser un motor de unidad y progreso.
Hacia una minería responsable, sostenible y justa
Este momento plantea un reto y una oportunidad. Resolver los problemas mineros del Perú no solo implica eliminar la ilegalidad y la contaminación, sino también reconstruir la confianza entre los actores y generar una visión compartida de futuro. Esto requiere priorizar la equidad sobre el privilegio, la solidaridad sobre la confrontación y el desarrollo sostenible sobre la explotación oligopólica y cortoplacista.
Debemos construir un país donde la minería sea sinónimo de progreso y no de discordia. Esto solo será posible si fortalecemos nuestras instituciones, promovemos la educación y desarrollamos políticas que reflejen la diversidad y las necesidades de nuestro territorio.
El Perú, como organismo vivo, tiene la capacidad de regenerarse y crecer si recibe el cuidado adecuado. Hoy, tenemos la oportunidad de dejar atrás las agendas divisivas y abrazar un modelo de desarrollo que sea inclusivo, sostenible y justo para todos. En un mundo cada vez más tenso, el Perú puede convertirse en un ejemplo de cómo superar los conflictos y transformar los recursos naturales en una prosperidad compartida.
El futuro está en nuestras manos y depende de nosotros elegir un camino que priorice el bienestar de todos los peruanos, especialmente de los más vulnerables, permitiéndonos avanzar como una nación unida y fuerte. Enfrentemos el presente con la firme convicción de que podemos transformar nuestras dificultades en oportunidades. Trabajemos juntos para alcanzar una realidad más humana, inclusiva y sostenible.